San Antonio y los pajaritos (estróf.) [IGRH 0194]

Versión de Montejo de la Sierra (antes Montejo del Rincón), cantada por Liboria González García, de 91 años de edad. 
Recogida el día 15 de febrero de 1992 por José Manuel Fraile Gil y Álvaro Fernández Buendía.

Publicada en:
Fraile Gil, José Manuel (2024), La tradición madrileña y San Antonio de Padua, Editorial Lamiñarra, pág. 118. Audio 3.

Divino Antonio precioso,     suplícale al Dios inmenso
que por su gracia divina     alumbre mi entendimiento
para que mi lengua     refiera el milagro,
que en el huerto oraste     de edad de ocho años.
Desde niño fue nacido     con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado     y del mundo admiración.
Fue caritativo     y perseguidor
de todo enemigo     con mucho rigor.
Su padre era un caballero     cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa     con el sudor de su frente
y tenía un huerto     en donde cogía
cosecha del fruto     que el tiempo traía.
Por la mañana un domingo,     como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa,     cosa que nunca olvidaba,
y le dijo: —Antonio,     ven acá, hijo amado,
escucha, que tengo     que darte un recado:
mientras que yo estoy en misa     gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos     todo lo echan a perder.
Entran en el huerto,     comen el sembrado,
por eso te encargo     que tengas cuidado.—
Cuando se ausentó su padre     y a la iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando     y a los pájaros llamó.
—Venid, pajaritos,     dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho     que tenga cuidado.
Para que yo mejor pueda     cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos     dentro de esta habitación.—
Y a los pajaritos     entrar les mandaba
y ellos muy humildes     en el cuarto entraban.
Por aquellas cercanías     ningún pájaro quedó
porque todos acudieron     cuando Antonio les llamó.
Lleno de alegría     San Antonio estaba
y los pajaritos     alegres cantaban.
Al ver venir a su padre     luego les mandó callar,
llegó su padre a la puerta     y comenzó a preguntar:
—¿Qué tal, hijo amado?     Y dime, Antoñito,
¿has cuidado bien     de los pajaritos?—
Y el hijo le contestó:     —Padre, no tengas cuidado,
que para que no hagan mal     todos los tengo encerrados.—
Y el padre, que vio     milagro tan grande,
al señor obispo     trató de avisarle.
Ya acudió el señor obispo     con grande acompañamiento,
quedaron todos confusos     al ver tan grande protento [sic].
Abrieron ventanas,     puertas a la par,
por ver si las aves     se quieren marchar,
que Antonio les dice a todos:     —Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se van     mientras que yo no les mande.—
Se puso a la puerta     y les dijo así:
—Vaya, pajaritos,     ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden,     águilas, grullas y zarzas [sic],
gavilanes y avutardas,     lechuzas, mochuelos, grajas;
salgan las urracas,     tórtolas, perdices,
palomas, gorriones     y las codornices;
salga el cuco y el milano,     burlapastor y andarrío,
canarios y ruiseñores,     tordos, gazarros y mirlos;
salgan las urracas,     tórtolas, perdices,
palomas, gorriones     y las codornices.—
Y al instante que salieron,     todas juntitas se ponen
esperando a San Antonio     para ver lo que dispone,
y Antonio les dice:     —No entréis en sembrado
marchad por los montes,     riscos y los prados.—
Al tiempo de alzar el vuelo     cantan con dulce armonía
despidiéndosen de Antonio     y toda su compañía,
y el señor obispo,     al ver tal milagro,
por diversas partes     mandó publicarlo.
Árbol de grandiosidades,     fuente de la caridad,
depósito de bondades,     padre de inmensa piedad.
Antonio divino,     por tu intercesión
todos merezcamos     la eterna mansión.

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