Versión de Lozoya del Valle, cantada por Juan Iglesias Francisco, de 91 años de edad.
Recogida el día 1 de mayo de 1994 por José Manuel Fraile Gil, Marcos León Fernández y Álvaro Fernández Buendía.
Publicada en:
Fraile Gil, José Manuel (2024), La tradición madrileña y San Antonio de Padua, Editorial Lamiñarra, pág. 120. Audio 4.
Divino Antonio precioso, suplícole al Dios inmenso
que por tu gracia divina (y) alumbre mi entendimiento
para que mi lengua refiera el milagro
que en el buerto obraste de edad de ocho años.
En el mundo fue nacido con mucho rigor de Dios,
de sus padres estimado y del mundo admirador,
fue caritativo y perseguidor
de todo enemigo con mucho rigor.
Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente
y tenía un buerto en donde cogía
cosechas del fruto que el tiempo traía.
Por la mañana un domingo, como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa, cosa que nunca olvidaba;
le dijo: —Antoñito, ven aquí, hijo amado,
pues mira que tengo que darte un recado.—
Cuando se marchó su padre ya la iglesia se ausentó,
Antonio quedó al cuidado y a los pájaros llamó.
—Venid, pajaritos, dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho que tenga cuidado.—
Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó
porque todos acudieron como Antonio les mandó.
Ellos muy humildes en un cuarto entraban,
viendo a San Antonio alegres cantaban.
Cuando vio venir su padre todos les mandó callar,
y en cuanto llegó a la puerta le comenzó a preguntar:
—Ven acá, hijo amado; pues dime, Antoñito,
¿has tenío cuidado de los pajaritos?
—Para que mejor pudiera cumplir con mi obligación,
les tengo encerraos a todos dentro de esta habitación.—
Su padre, que vio milagro tan grande,
al señor obispo trató de avisarle.
Ya viene el señor obispo con grande acompañamiento,
quedando todos confusos al ver tan grande apotento [sic].
Se abrían ventanas, puertas a la par,
por ver si las aves se querían volar,
y San Antonio les dice: —Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan en lo que yo no les mande.—
Se puso a la puerta y les dice así:
—Ea, pajaritos, ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas,
gavilanes, avutardas, lechuzas, mochuelos, grajas;
salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gorriones y las codornices;
salga el cuco y el vilano, burlapastor y andarríos,
canarios y ruiseñores, tordos, garrapos y mirlos;
salgan verderonas y las calderinas y las congojadas y las golondrinas.—
Después que hubieron salido, todas juntitas se ponen
escuchando a San Antonio por ver lo que les disponen,
y Antonio les dice: —No entrar en sembrados,
iros por los montes, riscos y los prados.—
Al tiempo de alzar el vuelo cantan con dulce alegría
despidiéndose de Antonio y de toda su compañía,
y el señor obispo, que vio tal milagro,
por diversas partes mandó publicarlo.
Árbol de grandiosidades y fuente de caridad,
depósito de bondades, amor de inmensa ansiedad,
Antonio precioso, por tu intercesión,
todos merezcamos tu inmensa mansión. Amén.
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