Versión de Navalespino (ay. Santa María de la Alameda), cantada por Matilde García, de 65 años de edad.
Recogida el día 11 de agosto de 1990 por Marcos León Fernández y Javier Fernández Buendía.
Publicada en:
Fraile Gil, José Manuel (2024), La tradición madrileña y San Antonio de Padua, Editorial Lamiñarra, pág. 120. Audio 5.
San Antonio de los pajaritos es un niño con mucho temor de Dios,
de sus padres admirado y el mundo la admiración.
Su padre era un caballero (y) honrado, cruel [sic] y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente.
—Ven acá, Antoñito, ven acá, hijo amado,
que tengo que darte para ti un encargo.
Mientras que yo estoy en misa gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos todo lo echan a perder.
Entran en los huertos, comen el sembrado,
por eso te encargo que tengas cuidado.—
Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó
porque todos acudieron donde Antonio les mandó,
y a todos les ha encerrado dentro de una habitación.
Los pajaritos por dentro y Antoñito por fuera,
alegres cantaban juntos, alegre a la primavera.
Ya vio venir a su padre con grande acompañamiento.
—¿Qué tal Antoñito, qué tal, hijo amado?
¿qué tal has cuidado de los pajaritos?
—Padre, para que no me den mal, a todos les he encerrado
dentro de esta habitación.—
Y el padre, al ver milagro tan grande,
al señor obispo trató de avisarle.
Ya viene el señor obispo con grande acompañamiento,
también la Guardia Civil y el alcalde de aquel puesto.
—Abran puertas y ventanas, todo lo abran a la par
por ver si las aves se quieren marchar.—
Todas juntitas se ponen
a escuchar a San Antonio a ver lo que les dispone.
—Señores, nadie se agrave.
Los pájaros no se marchan en lo que yo no les mande.
¡Vaya, pajaritos, ya podéis salir!
Salga el cuco y el milano,
las avutardas, las golondrinas,
las jilgueritas, las bilbaínas.—
Y al alanzar el vuelo un pi, pi, pi, pi decían
espidiéndose de Antonio y toda su compañía.